La intensa agenda presidencial de Mujica

El presidente Mujica trabaja a gran ritmo y ataca simultáneamente varios frentes. Por mencionar sólo temas con contenido económico, en la lista de sus iniciativas en las primeras semanas del gobierno, estuvo el uso de las reservas internacionales, las remuneraciones de los funcionarios públicos y la revisión de la prohibición a importar productos avícolas.

Pero yendo más allá de la economía, el Presidente intentó «cerrar los conflictos del pasado» y logró que los partidos políticos de la oposición se integren al gobierno mediante su participación en diversos organismos públicos.

Es indudable, al menos para mí, que el Presidente decidió jugar en la cancha grande y trabajar para la historia. Pero a veces eso implica (y esto ya se percibe) ir en contra de las visiones dominantes en el Frente Amplio. Estoy seguro que si hubiera sido por Mujica, hoy habría miembros de la oposición en el gabinete de ministros. Nadie mejor que él (por su propio pasado y por su posición actual) para terminar con el pasado que recurrentemente vuelve sobre nuestro presente. Pero el Frente no le dejó hacer una cosa ni la otra. El Frente lo devuelve a la cancha chica.

De las diferencias que trascendieron en los cinco años anteriores entre el Presidente de la República y su partido político, la más notoria fue la del caso del TLC con Estados Unidos. El presidente Vázquez, flanqueado por los ministros de Economía e Industria, anunció que tomaría el tren del TLC, uno de esos que sólo pasa una vez en la vida, como dijo en su momento. Pero su fuerza política, con su propio Canciller a la cabeza, le piqueteó el acceso al tren, que como era previsible, siguió su camino.

Los presidentes no son infalibles y pueden tener iniciativas buenas y malas, acertadas y desacertadas. Su partido político (especialmente cuando como ahora tiene mayoría parlamentaria), el Parlamento y las demás instituciones que forman parte del sistema, son caja de resonancia, amortiguadores, respaldo y varias cosas más, del Presidente. Es una cuestión de balances y equilibrios, como debe ser.

Me da la impresión que casos como el del TLC en el gobierno anterior tenderán a reproducirse reiteradamente en este período, dada la inagotable fuente de iniciativas que tiene el Presidente. Y, especialmente, por tratarse casi todas de propuestas muy «jugadas».

Veamos por ejemplo las tres iniciativas que ha tenido en materia económica. El uso de las reservas internacionales para inversiones es un caso que le puede caer en principio bien a la dirigencia frenteamplista, pero en este caso el freno vino por el lado del equipo económico en sentido amplio, incluyendo al vicepresidente Astori. La propuesta de introducir sensatez en las remuneraciones estatales, en principio no debería tener oposición. Y la idea de abrir la importación para la producción avícola, es la más arriesgada en términos políticos, aunque aún no ha tenido repercusiones.

En el caso del uso de las reservas para inversiones en infraestructura ferroviaria y escuelas de tiempo completo, luego de idas y venidas, parece que la situación se desactivó. Si bien el Presidente cuando todavía no había asumido pero ya había sido electo, habló de este tema, generando una reacción adversa y en cadena de diferentes protagonistas de la economía en el Frente (García, Lorenzo, Astori, Bergara), cuando lo volvió a plantear el mes pasado, la situación fue inicialmente diferente. Quizá porque coincidió con expresiones del presidente del BCU en cuanto a que este año el Central habría de evaluar el monto óptimo de reservas, por lo que podría darse que las hubiera en exceso. Sin embargo, unos días después el ministro Lorenzo desactivó el tema trascendiendo que el Presidente se habría «convencido» de que en caso de haber más reservas de las necesarias lo ideal sería cancelar deuda pública.

En mi opinión no sobran reservas, dado que su gran crecimiento reciente está totalmente vinculado a compras de divisas ligadas a emisiones de deuda en moneda nacional, de corto plazo y en el mercado doméstico. Sólo el stock de Letras para Regulación Monetaria supera los US$ 2.200 millones y ante un cambio de escenario externo como el ocurrido en el segundo semestre de 2008, habría que «devolverlas» y seguramente contra las mismas divisas que antes ingresaron, aunque a un tipo de cambio mayor al de la compra de los dólares por el Central, tal como sucedió en aquella oportunidad.

En cuanto al tema de las remuneraciones de los funcionarios públicos, el Presidente tiene razón, indudablemente. No se da la regla de que «para igual función, igual remuneración»; tampoco se da que haya una escala de sueldos acorde con la productividad de cada tarea (salvo en ámbitos acotados del sector público); y sí se da otra «regla de oro» de la política: cuanto más cerca se está del poder o de la caja, mayor es la remuneración.

El sector público no es uno sólo. Tiene diferentes áreas y las remuneraciones no tienen una lógica global sino lógicas independientes y con ámbitos de aplicación limitados, por lo que cuando se ve la foto completa, saltan contradicciones como las que conmueven con razón al Presidente. Sin entrar en casos concretos, que no es el tema, se suele hablar de que «los choferes de tal lado o los que sirven café en tal otro ganan tantas veces lo que ganan los que cumplen tales otras funciones, que son bastante más importantes y riesgosas». Eso es evidentemente injusto, pero ¿cómo se arregla?

Dado que es imposible bajar sueldos, o bien se empareja hacia arriba o bien hay que hacerlo muy gradualmente. Emparejar hacia arriba es imposible, implicaría un costo fiscal incalculable y el sector privado quedaría aún más en offside de lo que está con relación al público en materia de remuneraciones medias y mínimas. Creo que la solución pasa por otra propuesta presidencial, la Reforma del Estado, y pasa por ir tomando como foco diferentes dependencias públicas de a una. Y, en cada una, introducir un criterio de racionalidad. La única forma de hacer lo que el Presidente quiere es cambiar gradualmente y a mediano o largo plazo: adecuar la escala de remuneraciones para quienes vayan ingresando pero respetando el derecho adquirido de quienes ya están. Y avanzar por el lado de prejubilaciones y supresiones de cargos que en otra época podían tener sentido pero ya no. Por ejemplo, hay secretarías de jerarcas que son tan multitudinarias como cuando no existían los celulares ni internet.

Por último, el tema más fuerte, la eliminación de la importación de carne avícola, medida vigente desde tiempo inmemorial y basada en un presunto problema sanitario en ese sector en Brasil. Cuando escuché al Presidente hablar de este tema, me vino a la memoria un pasaje de su discurso inaugural, quizá uno de los mejores pasajes, cuando señaló: «No queremos que nos vuelva a pasar lo que ocurrió en los años cincuenta al setenta cuando la sociedad, tal vez con buena intención, desperdició enormes recursos en la quimera de industrias imposibles». No creo que el caso de la industria avícola sea uno inviable ni imposible. Pero es claro que el argumento sanitario es más proteccionista que real. Es posible que la competitividad de esa industria esté amenazada porque los costos acá sean muy superiores a los brasileños, pero esto no justifica cerrar un mercado sino generar las condiciones para una mayor competitividad.

Ruben A. Redaelli
Despachantes de Aduana en Uruguay
Fuente: El País Digital
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